La silla
Reseña
Uno
de los recursos más utilizados por los escritores de obras fantásticas es la
atmósfera. El uso de ésta es una herramienta base para, en el caso del terror,
la tétrica pirámide que se quiere construir.

No
hay modo de concebir un wendigo sin la descripción del bosque, o un Fortunato
sin la sensación de asfixia de las catacumbas en donde se añejaba el
amontillado. Pero la atmósfera no siempre tiene que ser maravillosa o
difícilmente concebida por la imaginación.
Una
joven madre entra a la habitación de su hijo, recorre curiosa y con un aura de
nostalgia el lúgubre cuarto. La mujer rompe en llanto durante una escena en la
que, inútilmente, desea conservar la última gota de esencia de su fallecido
hijo. El motivo del fatal destino del joven es <<obvio>>, y se
encuentra en un libro de terror que deja
a su triste madre al borde del desquicio.
El
autor es Daniel Lonces, un afamado escritor de libros de terror que está en la
cúspide de su carrera, pero no siempre fue así, la conmovedora historia de él,
y su esposa, Irene, comienza a escribirse con una pobre pluma que pronto se
volvería de oro.
Daniel
está atorado en un dilema que involucra a una chica secuestrada, víctima del
libro que aún está por terminar. La joven mujer estará atada a una silla, con
una mordaza en la boca y una pequeña posibilidad de escapar, mas, antes de que
Daniel le conceda esa esperanza, debe corroborar por sí mismo si es lo
suficientemente realista.
El
escritor le pide a su esposa que lo ate a una silla y luego de un par de negativas,
no hay más remedio que acceder a las raras peticiones de Daniel. Ahí, en una
silla de metal y con su pequeño bebé, Víctor, como único testigo, es
inmovilizado el terco Lonces y amordazado.
La
mente del escritor rápidamente comienza a trabajar, las sensaciones fluyen y el
material parece listo para añadirse a la historia. Era tiempo de que Irene
acudiera a su auxilio para terminar con el turbio experimento, que por causas
fatídicas, debe alargarse por muchas páginas más.
La silla, de
David Jasso, es una obra de corte fantástico en el que predomina el terror
psicológico, casi completamente desarrollada en la gran casa del escritor.
<<Pero
con el alma tan descarnada como la piel de mis muñecas y tobillos, lloré.
Maldije en silencio mi suerte. Ése cúmulo de circunstancias negativas que un
dios bromista parecía haber dispuesto para mí.>>
La
historia es prometedora, enormemente, desde el inicio, un joven que ha decidido
quitarse la vida por causas que, se asume, serán reveladas a lo largo del
libro. Y no conforme con esto, se agrega
un misterio extra en esta parte a modo de introducción, la mención de un libro
que parece ser la razón del suicidio.
La
historia que aparentemente es la principal desaparece, no pasarán más de veinte
minutos cuando se pregunte qué es lo que
ha pasado con el terrible libro o con la madre del joven que falleció. Esto es
fácilmente olvidado por el prometedor panorama que le brindará la idea de
inmovilizar a Daniel en la silla.
Una
vez comenzado el plato fuerte, la historia tiene el primer gran tropiezo, el
autor hace un spoiler de su propia obra y lo hace con un gran cliché de típicas
películas estadounidenses. Este pequeño elemento que no se aterrizó
correctamente deja de importar pronto, la trama parece estar cumpliendo lo que
promete.
<<Allí
estaba, en el suelo junto a la cama de su hijo muerto, olfateando con fruición
un par de viejas zapatillas de deporte…>>
La
rítmica sube al enterarnos de la <<soledad>> de Daniel, que pronto
se dará cuenta que existe un acompañante que le animará durante toda la
historia, aunque éste sea prácticamente inexistente para la psique del
escritor.
Luego
de varias páginas el ritmo parece agotarse, se vuelve lento y repetitivo,
aunque la idea de desesperación sigue presente. Pero hay un elemento que le
hará continuar, a pesar de esto, para terminar con las páginas, la bien
manejada idea del instinto de supervivencia de Daniel.
De
esto puede darse cuenta más tarde que temprano; la idea de soledad está
únicamente en la ya dañada mente del escritor, tiene un acompañante, sí, pero
que Daniel no llega a humanizar por completo.
La
narración más parece tratarlo como un objeto que como una criatura viviente y
no sólo eso, el autor de La silla nos muestra a un Daniel sin emociones
empáticas, sin culpas y con leves ataques de remordimiento, pero los últimos no
son ocasionados por la triste situación, sino por sus errores en el pasado.La
idea de un protagonista desalmado y egoísta es el diamante en bruto de ésta
obra.
La
parte final del clímax llega como un alivio para el lector, aunque con una
sensación de tardanza en la que fácilmente se puede prescindir de varias páginas
sin alterar el resultado.
Para
el final vienen dos grandes errores: el primero es la introducción de un
elemento paranormal que le quita la credibilidad del extremo realismo con el
que se ha manejado todo el libro, y la segunda es una suerte de epílogo que
intenta justificar el principio del libro e intenta insinuar una posible
continuación muy forzada.
La silla,
publicada en 2006, escrita por David Jasso, una historia ideal para quienes
tienen pánico por estar inmovilizados y recomendable por el frío manejo de la
psicología de supervivencia de la mente de Daniel.
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